La ejecución del presidente municipal de Uruapan, Michoacán, es un buen pretexto para poner en tela de juicio la estrategia nacional de combate al crimen organizado, implementada por el gobierno federal y sinterizada en esta frase: "abrazos, no balazos", creada por al expresidente Andrés Manuel López Obrador. Esta misma estrategia que fue cuestionada por el edil Carlos Manzo (QEPD) quien dijera que a los criminales hay que darles balazos, porque los abrazos son para los seres queridos, a la familia, etc., y fincó su discurso en actuar de frente contra los criminales. Es solo "jalar el gatillo", dijo.
En una primera lectura de su discurso, sin mayor esfuerzo de análisis, nos parece atractivo. Por eso ganó simpatías, máxime cuando mostraba "no tener pelos en la lengua" para decir "lo que sentía".
Pero es aquí donde debemos hacer un alto y preguntarnos: 
—¿Está equivocada la estrategia de abrazos, no balazos? ¿Lo que se necesita es declarar la guerra armada al crimen organizado? ¿Hacer lo mismo que Felipe Calderón? ¿Hacer eco de lo que demanda la derecha entreguista que quisiera que el país estuviera envuelto en un río de sangre inocente para que, de todos modos, acusaran de ingobernabilidad?
—O se trata de atender una causa sustancial de la existencia y crecimiento del crimen organizado o no organizado: la FALTA DE ABRAZOS en la familia. La carencia de afecto entre padres e hijos, entre hermanos, sobrinos y toda la familia ampliada. Es decir, cuando no hay felicidad en los hogares, cuando no se encuentra placer en la familia y nuestro cerebro no produce la dopamina, se busca que  la droga la sustituya y nos de el placer que no tenemos en el núcleo familiar.
La dopamina un neurotransmisor que tiene, como una de sus funciones importantes, la motivación o recompensa; es decir, se libera cuando realizamos algo que nos gusta o genera placer. El desequilibrio de este neurotransmisor en el cerebro nos puede llevar a las adicciones a sustancias como la cocaína o la nicotina. Entonces, cuando no hay felicidad en la familia, el placer se encuentra en las drogas.
En este sentido, para que disminuya la neurosis en la familia y haya felicidad, se necesita tener mejores condiciones de vida. Esa es la gran importancia de los beneficios para estudiantes, para las mujeres y hombres de la tercera edad, para discapacitados, para mujeres solteras, entre otros.
Esos son los abrazos. No se trata de abrazar a los criminales. Con ellos debe actuarse con todo el peso de la ley  para someterlos a la justicia; caso contrario el gobierno sería acusado de irresponsable o de violentar los derechos humanos.
Por eso se considera que la estrategia no es la guerra frontal contra el crimen, sin importar las vidas de los inocentes que por miles se verían involucrados. Mucho menos cuando el poder defensivo de los grupos criminales es de tomarse en cuenta pues ha sido el propio gobierno "gringo" quien se ha encargado de abastecerlos.
Por otro lado, hay suficientes evidencias de que el gobierno federal ha combinado ambos elementos de su estrategia: balazos cuando es necesario, y siempre dados con inteligencia y planeación para evitar daños colaterales, y "abrazos" en las familias, siempre.
Pero no podemos aspirar a que en siete años se resuelvan siglos de pobreza, o décadas de existencia de grupos delincuenciales, auspiciados y protegidos por gobiernos al servicio de los monopolios internacionales.
En este contexto, debemos estar conscientes que la mayor seguridad para las familias mexicanas es seguir con los abrazos, con las muestras de amor entre todos sus miembros, para impedir que sus hijos e hijas se sumerjan en las drogas y con los grupos criminales, y no con una nueva declaración de guerra militar y frontal contra el crimen que el gobierno hiciera, lo cual nos llevaría a un derramamiento colectivo de sangre, mucha de ella de personas inocentes.
Llamar solo a "jalar el gatillo", es hasta perverso.
Pa lante siempre.