Visión Política
Generación Z
Por: Fernando Cruz López
La Ciudad de México vivió un episodio que debería estar ya tatuado en la conciencia política del país: miles de jóvenes —la llamada generación Z, aunque en realidad son ciudadanos con nombre, rostro, historias y hartazgos propios— se lanzaron a las calles para exigir justicia, seguridad y un alto a la corrupción que sigue escurriéndose por los pasillos del poder federal. Nada de bots, nada de conspiraciones digitales, nada de manipulaciones externas.
Fueron personas de carne y hueso desbordando el espacio público para recordarle al gobierno que el futuro, por más que intenten disfrazarlo, siempre llega marchando.
Quienes intentaron reducir esa manifestación a una fantasía de la “derecha”, a un cúmulo de perfiles falsos o a un berrinche juvenil patrocinado, no solo se equivocan: revelan un profundo miedo a la crítica social que no pueden controlar. Si algo retrata la distancia entre el gobierno y la realidad es esta obsesión por negar lo que está frente a los ojos.
La marcha de la generación Z no fue un trending topic inflado; fue una sacudida colectiva contra un sistema que les ha fallado en seguridad, les ha traicionado en transparencia y les ha negado oportunidades.
Ignorar esa voz juvenil es una torpeza histórica. Minimizarla es una ceguera política. Y desprestigiarla es una confesión involuntaria: el gobierno sabe que perdió la narrativa frente a una generación que no le compra los discursos gastados, que no se traga el cuento de que todo va “mejor que nunca” cuando los feminicidios crecen, la violencia se desborda y la corrupción se normaliza desde las propias oficinas del poder.
La generación Z no protesta por moda ni por capricho; protesta porque heredó un país lastimado, y porque sabe que quedarse callada solo prolonga la agonía.
En estas marchas no se vio apatía, sino una energía política distinta, franca, incómoda para el oficialismo. Jóvenes que crecieron entre algoritmos, pero que entienden que la verdadera vida democrática ocurre en las calles. Jóvenes que no esperaron a que les dieran permiso, que no pidieron aval a ningún partido, y que no se dejaron intimidar por el discurso presidencial que intenta uniformar el país a la medida de su ego.
El país está cansado, y ellos ya no están dispuestos a callarse. En este despertar colectivo, lo más sabio sería escuchar antes de que la realidad —esa que no se puede bloquear ni silenciar— termine por rebasar al propio poder…Sigame en X como @Visionpolitica7