
Visión Política
Oaxaca bajo fuego
Por Fernando Cruz López
Oaxaca se está desangrando. Mientras el discurso oficial insiste en la narrativa de la paz y la gobernabilidad, la realidad en muchas regiones del estado es otra: comunidades enteras viven bajo el temor cotidiano, rutas carreteras se han vuelto intransitables, líderes sociales son amenazados o ejecutados, y en muchas zonas rurales el Estado simplemente ha dejado de estar presente.
No es una exageración decir que el crimen organizado ha ganado terreno en Oaxaca. Lo preocupante no es solo el crecimiento de su presencia, sino la pasividad —cuando no complicidad— con la que los tres niveles de gobierno observan este fenómeno. En lugar de una estrategia de seguridad clara, lo que impera es el silencio institucional, la evasiva y el maquillaje de cifras.
En la región de la Costa, por ejemplo, comunidades como Pinotepa Nacional, Santiago Jamiltepec o Río Grande han visto crecer los índices de violencia relacionada con el narcotráfico y los ajustes de cuentas. En el istmo de Tehuantepec el control territorial por parte de células criminales vinculadas al trasiego de drogas o al cobro de “derecho de piso” es cada vez más evidente, y nadie parece poder frenar la tremenda inseguridad que se vive en el estado.
El problema de fondo no es únicamente la presencia de la delincuencia organizada, sino la ausencia del Estado. Los caminos federales y estatales carecen de vigilancia efectiva; los operativos militares son esporádicos, casi decorativos; y la Policía Estatal se encuentra debilitada, desmoralizada o rebasada. Las fiscalías no investigan, las denuncias se archivan, y el mensaje es claro: aquí cada quien se cuida como puede.
Mientras tanto, la ciudadanía paga el precio más alto. Comerciantes extorsionados, transportistas asesinados, familias desplazadas, jóvenes reclutados por la fuerza o por necesidad. Y a pesar de ello, el gabinete de seguridad estatal y las autoridades federales guardan un silencio que se vuelve cómplice. La narrativa oficial de la “transformación” choca con la cruda evidencia de un estado que poco a poco pierde el control sobre su propio territorio.
Es momento de preguntarse con firmeza: ¿Qué están esperando los gobiernos federal y estatal para actuar con responsabilidad y contundencia? ¿Hasta cuándo seguirán ignorando las alertas que emanan de las regiones más vulnerables del estado? ¿Cuántos muertos más necesita Oaxaca para que se reconozca que la seguridad es una deuda pendiente?
Oaxaca no puede convertirse en otro Guerrero o en otra Tamaulipas. Aún hay tiempo para contener el avance del crimen organizado, pero ese tiempo se agota. Se necesita una estrategia real, integral, con presencia permanente de fuerzas de seguridad, pero también con mucha voluntad política.
Callar ante esta realidad no es prudencia, es abandono. Y el abandono, en estas circunstancias, es la antesala del colapso….Sigame en X como @Visionpolitica7